“...Y entonces fui guiado”

Una invitación a los amigos para investigar

Por Muhammad At-Tiyani As-Samawi

El cambio fue para mí, el comienzo de una felicidad espiritual, y sentí una paz interior y un gran regocijo por la madhhab de la verdad que descubrí, de la que sin lugar a dudas, se puede decir que es el Islam verdadero. Me sentí rebozar de una gran alegría, y orgulloso de mí mismo, por la guía y dirección que Allah me había otorgado.

No podía guardar silencio y ocultar lo que estaba sucediendo dentro de mí, y me dije: “Debo divulgar esta verdad a la gente”. «Habla sobre las gracias de tu Señor» (Sagrado Corán; 93:11). Esa es una de las gracias más grandes, si no la más grande de este mundo y de la otra vida. “El que calla la verdad es un demonio silencioso”, y “después de la verdad no hay nada sino extravío”.

Lo que me hizo convencerme de que yo debía difundir esta verdad fue la inocencia de la gente Sunni que ama al Mensajero de Allah y a Ahl-ul Bait. Todo lo que se necesitaba hacer era apartar ese velo que fue colocado por la historia sobre sus corazones, para que pudieran seguir la verdad, pues fue lo que me sucedió a mí personalmente.


Allah, el Altísimo, dice:

«Así fuisteis también vosotros en otro tiempo y Allah os agració...» (Sagrado Corán; 4:94)

Invité a cuatro de mis amigos de entre los profesores que enseñaban conmigo en el Instituto; dos de ellos enseñaban Educación Religiosa, el tercero enseñaba Árabe y el cuarto era profesor de Filosofía Islámica. Ninguno de los hombres era de Qafsa, sino de Túnez, de Yammal y de Susah.

Los invité a investigar conmigo este delicado tema, y les di a entender que yo no podía comprender el significado de ciertas cosas, y expresé alguna inquietud y duda sobre algunos asuntos. Aceptaron mi invitación y decidieron venir a mi casa después del trabajo.

Cuando llegaron, les hice leer Al-Muraya‘at, y les dije que su autor afirma muchas cosas extrañas y sorprendentes sobre la religión. El libro despertó el interés de tres de ellos; en cuanto al cuarto, el que enseñaba Árabe, nos abandonó después de cuatro o cinco encuentros diciendo: “¡Occidente ahora está conquistando la Luna y ustedes todavía están investigando el califato islámico!”.

Tan pronto como terminamos el libro, tras un mes, los tres fueron iluminados. Me esforcé mucho para que pudieran llegar a la verdad por los caminos más cortos que se me habían ideado a través de la amplia experiencia y conocimiento que adquirí durante mis años de investigación.

Comencé a saborear la dulzura de la guía y a tener un buen presagio sobre el futuro, y así frecuentemente invitaba a amigos de Qafsa y a quienes se relacionaban conmigo a través de las lecciones en la mezquita o mediante la afinidad que tenía con (la gente de) las órdenes sufis, además de algunos de mis alumnos que me frecuentaban.

Ni siquiera pasó un año, que, Alabado sea Allah, llegamos a formar un gran número, todos amigos de Ahl-ul Bait; quienes somos amigos de sus amigos y enemigos de sus enemigos, que nos alegramos en sus festividades y nos entristecemos y lamentamos durante ‘Ashura.

Mis primeras cartas que llevaban las noticias de mi esclarecimiento fueron enviadas al Saiid Al-Jo’i y al Saiid Muhammad Baqir As-Sadr, durante la festividad de Al-Gadir, que fue celebrada por primera vez en Qafsa. Todos llegaron a saber sobre mi conversión al Shi‘ismo y que yo estaba llamando a la gente a seguir a la Familia de la Casa del Profeta (BP), y toda clase de acusaciones y rumores comenzaron a circular por el país. Fui acusado de ser un espía israelí trabajando para hacer dudar a la gente de su religión, de maldecir a los Compañeros, de estar planeando causar disturbios entre la gente... y de otras cosas.

En la capital de Túnez visité a dos amigos, Rashid Al-Ghannushi y ‘Abudl Fattah Muru, quienes expresaron una dura oposición a mis ideas, y en una conversación que tuvo lugar en la casa de ‘Abdul Fattah, dije que, como musulmanes, debemos referirnos a nuestros libros y a nuestra historia, y les puse como ejemplo Sahih Al-Bujari, pues contiene cosas que ningún intelecto ni religión pueden aceptar.

Estallaron en cólera conmigo y dijeron: “¿Quién eres tú para criticar a Al-Bujari?”. Hice todo lo posible por persuadirlos para que adentraran en la investigación, pero se rehusaron diciendo: “Si tú te has vuelto un Shi‘a, no trates de convertirnos a nosotros, pues tenemos cosas más importantes que hacer, como enfrentar al gobierno que no trabaja de acuerdo al Islam”.

Yo les respondí: “¿Qué sentido tiene? Si ustedes llegan al poder, harán cosas peores que las que ellos están haciendo ahora, pues no conocen la realidad del Islam”. De ese modo, nuestro encuentro terminó en un estado de aversión mutuo.

Algunas personas de la Hermandad Musulmana dirigieron una campaña en nuestra contra, pues no estaban enteradas, en esa época, del Movimiento de Orientación Islámica, y comenzaron a difundir rumores entre sus filas sobre que yo era un agente del gobierno y que estaba estimulando a los musulmanes a dudar de su religión a fin de mantenerlos alejados del tema principal; es decir, sublevarse contra el gobierno.

Gradualmente la gente comenzó a hacerme sentir aislado, especialmente los miembros mas jóvenes de la Hermandad Musulmana y los Shaij que siguen las órdenes sufis. Experimentamos tiempos difíciles, viviendo como extraños en nuestras propias casas y entre nuestros hermanos y grupos familiares. Pero Allah -Glorificado sea- nos agració con quienes eran mejores que ellos, pues muchos jóvenes de varias ciudades vinieron a vernos para investigar la verdad, y yo traté de hacer todo lo posible por persuadirlos.

Como resultado, muchos jóvenes pudieron ver la luz; ellos eran de Túnez, de Kairawan, de Susah y de Saiidi Bu Zaid. Durante mi visita de verano a Irak, pasé por Europa y encontré amigos en Francia y Holanda y discutí el tema con ellos, y Alabado sea Allah, ellos también vieron la luz.

¡Qué inmensa fue mi alegría cuando encontré al Saiid Muhammad Baqir As-Sadr en la Sagrada Nayaf! En su casa se encontraba una selección de gente sabia. Él me presentó a ellos como la semilla de la conversión al shi‘ismo de la Familia de la Casa del Profeta (BP) en Túnez. Además les contó que él había llorado cuando recibió mi primera tarjeta de felicitaciones (por ‘Id Al-Gadir), la cual llevaba las buenas noticias sobre que habíamos celebrado la festividad de Al-Gadir, y donde yo le contaba las dificultades que estábamos enfrentando, incluyendo los rumores maliciosos y el aislamiento.

El Saiid dijo: “Es inevitable atravesar por esas penurias, pues la senda de Ahl-ul Bait es dura y difícil. Un hombre fue una vez a ver al Profeta (BP) y le dijo: “Oh Mensajero de Allah ¡Yo te quiero ¡yo te quiero!”. Él (BP) respondió: “Entonces aguarda muchas aflicciones”. El hombre añadió: “¡Yo quiero a tu primo Ali!”. Él respondió: “Entonces aguarda muchos enemigos”. Después el hombre dijo: “¡Yo quiero a Al-Hasan y a Al-Husain!”. Él (BP) respondió: “Entonces prepárate para la pobreza y mucha desgracia”.

¿Qué hemos ofrecido nosotros por la causa de la justicia, por la que Abu ‘Abdullah Al-Husain (P) pagó con su vida y las vidas de los miembros de su familia, hijos y compañeros; y por la cual los Shi‘as a lo largo de la historia, han pagado y siguen pagando hasta el presente, como precio por su fidelidad a Ahl-ul Bait?

¡Oh hermano!, es inevitable que atravesemos dificultades y nos sacrifiquemos por la causa de la verdad. Si Allah guía a través tuyo a un sólo hombre hacia el sendero recto, será mejor para ti que el mundo entero y lo que hay en él”.

El Saiid As-Sadr además me aconsejó contra el aislamiento y me ordenó aproximarme aún más a mis hermanos Sunnis cada vez que ellos intenten alejarse de mí, y que rezara junto a ellos a fin de que no hubiera ruptura de relaciones, y que los considerara víctimas inocentes de la historia distorsionada y de la mala propaganda, pues la gente es enemiga de lo que ignora.

El Saiid Al-Jo’i también me aconsejó más o menos lo mismo. El Saiid Muhammad Ali At-Tabatabai Al-Hakim siempre nos enviaba cartas llenas de consejos que ejercieron una gran influencia sobre los hermanos que fueron iluminados con la guía.

Mis visitas a la Sagrada Ciudad de Nayaf y a su gente sabia se hicieron cada vez mas frecuentes, y me prometí pasar todas las vacaciones de verano cerca del Imam Ali (P) y atender las lecciones del Saiid Muhammad Baqir As-Sadr, de las que me beneficié muchísimo. También me prometí visitar los Santuarios de los Imames de Ahl-ul Bait. Allah me concedió mi deseo, pues incluso pude visitar la tumba del Imam Ar-Rida (P), situada en Mashhad, Irán, cerca de los límites con la URSS. Allí encontré a algunos de los sabios más prominentes, de quienes saqué mucho provecho.

El Saiid Al-Jo’i, a quien seguíamos en nuestros asuntos religiosos, me dio permiso para utilizar el Jums y el Zaqat para ayudar a nuestro grupo, y para lo que pudiera necesitar en lo referente a libros, donaciones y muchas otras cosas. Además, pude establecer una biblioteca que contiene las más importantes referencias conectadas con la investigación y una recopilación de libros de ambas partes (Sunnis y Shi‘as). La llamé: “Biblioteca Ahl-ul Bait -con ellos sea la paz-” y benefició a muchas personas, Alabado sea Allah.

Quince años atrás, Allah duplicó mi alegría y regocijo cuando el Secretario General de la Municipalidad de Qafsa estuvo de acuerdo en nombrar a la calle donde yo vivo: “Calle Imam Ali ibn Abi Talib (P)”.

Quisiera aprovechar esta oportunidad para agradecerle por aquel honorable gesto, pues él es uno de los musulmanes activos y siente un gran respeto y cariño por la persona del Imam Ali (P). Yo le regalé el libro Al-Muraya‘at, del Saiid Sharaf-ud Din. Él frecuenta nuestro grupo y sentimos una gran simpatía, estima y respeto mutuo. Que Allah lo recompense de la mejor manera y que le conceda todo lo que desee.

Algunas personas malvadas trataron de quitar el letrero de la calle, pero todos sus intentos fueron en vano y Allah quiso que permaneciera donde está, y recibimos cartas desde todo el mundo en cuyos membretes se lee: “Calle Imam Ali ibn Abi Talib (P)”, cuyo honorable nombre bendijo nuestra noble ciudad.

Actuando según los consejos de los Imames de Ahl-ul Bait (P) y de los ‘Ulama de la Sagrada ciudad de Nayaf, nos acercamos a nuestros hermanos de las otras madhahib manteniendo nuestra relación por medio de las oraciones colectivas (Salat-ul Yama‘ah), las que rezamos juntos. De este modo, pudimos abrir los ojos de muchos jóvenes a través de sus preguntas sobre nuestras oraciones, ablución y creencias.

Fuente: Libro “...Y entonces fui guiado”; Escrito por Muhammad At-Tiyani As-Samawi; Traductora: Lic. Sumeya Younes

www.islamoriente.com, Fundación Cultural Oriente

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